La ira es una emoción muy común, muy frecuente y sobre todo es una emoción que nos acompaña desde que nacemos.
Tal y como comenta Javier, la ira nace como respuesta defensiva. Es la emoción que aparece como intento de protegernos de aquello que nos está haciendo daño, nos está molestando o nos está sentando mal. Es algo que podemos sentir hacia nosotros mismos o hacia los demás.
La ira es una emoción que tiene un amplio espectro, es decir puede ir desde una pequeña sensación de malestar a una gran sensación de odio. La ira como todo en su justa medida, no tiene por qué ser algo patológico, pero en el momento que es la propia emoción la que nos domina y que nos hace perder el control es cuando nos afecta, tanto física como psicológicamente y se convierte en patológico
La ira en este sentido suele estar ligada a la impulsividad por lo que se suele aconsejar hacer ejercicios de autocontrol.
Como el típico de contar hasta 10 antes de responder y de atacar. Ya que esto nos ayuda a coger conciencia y a separarnos un poco de nuestra respuesta inicial.
También es muy importante la empatía, el poder ponerse en el lugar del otro, para entender el porqué está actuando así.
Otra posibilidad tal y como también comenta Javier es la ira contenida, en los casos donde la persona se aguanta y no expresa de ninguna manera lo que siente, esto finalmente termina saliendo por algún lado y en general por somatizaciones de nuestro propio cuerpo.
En este sentido suele estar relacionado con un problema de autoestima. Como en todo el tener una buena autoestima ayuda al hecho de poder expresar lo que sentimos de manera constructiva y al evitar el miedo de la respuesta de los otros.
Por ello es muy importante el conocerse a uno mismo, saber dónde están los límites de cada uno y sobre todo querernos y valorarnos a nosotros mismos.
Para luchar contra la ira patológica estudiaremos el entorno piscosocial de la persona y su conducta para identificar de donde proviene este sentimiento y diseñar las estrategias para controlarlo.