La osteopatía es una de las terapias donde existe más diversidad de tratamiento e incluso de pensamiento. Ello se debe a que han ido surgiendo diferentes escuelas que han desarrollado su propio estilo, también se debe, sobre todo en España, a que no es una formación reconocida universitariamente y por tanto cada escuela tiene su propio plan de estudios. Es por tanto muy frecuente que cuando un paciente acude a dos osteópatas distintos para tratarse un mismo problema pude ser que reciba tratamientos muy distintos y los dos pueden ser igual de buenos. Precisamente esta variedad hace que la osteopatía pueda adaptarse perfectamente a cada tipo de paciente.
Hay dos características que comunes en cualquier tipo de osteopatía, la primera es que es una terapia manual. Sea cual sea el tratamiento escogido, este consiste en algún tipo de maniobra manual. La segunda característica es que la osteopatía trabaja sobre las fuerzas, en el sentido más físico de la palabra.
La osteopatía considera que el cuerpo humano es una máquina diseñada para moverse, el movimiento por tanto nos aporta salud y la falta de movimiento enfermedad. El osteópata estudia nuestro cuerpo humano intentando descubrir cuáles son los defectos del movimiento, analiza cada estructura, cómo se mueve, cómo soporta las fuerzas y como las transmite.
Como si de un engranaje se tratara, cada estructura de nuestro cuerpo es una pieza que tiene una función dentro de la cadena de movimiento y que incluso tiene un movimiento propio. El osteópata valora las capacidades mecánicas de cada estructura es decir, su densidad y su capacidad de movimiento, dado que si no son las idóneas la cadena de movimiento puede bloquearse perjudicando así la capacidad de adaptación del ser humano a los esfuerzos y obstáculos que le ofrece el día a día. A mí me gusta definir la osteopatía como la ingeniería del cuerpo humano.